domingo, 22 de mayo de 2011

Ayer domingo, entre el 2.0 y el cuerpo policíaco

Sergio Monsalve, escritor encargado de arruinar la imagen del cine venezolano y acumulador de fans en su portal Panfleto Negro, escribió una crónica “ayer domingo” -o pueden leerlo corrido- de padre y señor nuestro. La historia se centra en el robo a mano armada de la pobre cámara RED-One. No se puede negar que es una lástima que se trata de una cámara que el cine nacional necesite. Sin embargo, lo más triste de nuestro amigo Sergio Monsalve es que seguramente no enciende su computador para hacer uso de su lenguaje y narrar la muerte del estudiante de Administración en la UCV, hace dos semanas, quien fue despojado de su moto, sin tantas metrallas ni capuchas, seguramente. Seguro que se trate del libre albedrío del ejercicio. Pero, quizás, su muerte no significaba ningún arresto tan impactante que pudiera llevarse a la pantalla de una de las tantas basuras que genera Hollywood, entre sociedad civil -que Monsalve prefiere llamar “generación 2.0” que se trata de la gente que usa la información digital- y la policía. Seguramente, Monsalve hace menos de un mes había visto la película Police Academy 4: Citizens on Patrol (Loca academia de policía 4: Los ciudadanos se defienden), en la que se ejecuta un torpe proyecto policíaco en compañía de la sociedad civil, para controlar a la delincuencia y hacer una sociedad que ha alcanzado la felicidad posible. Es interesante la manera tan emotiva con que está escrita la crónica. Del tiro puedo enviarla a cualquier canal de televisión y hacer un reportaje de ella o, quizás, un documental que se llame "En busca de RED-One" o “Robaron, corrieron y los pescaron o sobre cómo cayeron los pillos de RED-One”, lo que no deja de tener las mismas intenciones de la película antes mencionada.

Continúo leyendo y no dejo de pensar cómo en el siglo XX, ese siglo tan ridículo y criminal, la noticia, el evento, el boom informativo siguen siendo una manida estupidez sobre el amor a las cosas, sacando de cuajo a la gente. Seguro que se trata de un fetiche. Como coleccionar revistas pornos, animales de porcelana o, simplemente, basura. Sin embargo, la necesidad de darle un reconocimiento al medio de los directores y artistas nos lleva a conmovernos sobre los datos que el Sir Sergio Holmes hace de los pobres trabajadores de la industria del cine. El emprendimiento de los del cine, mientras los sinvergüenzas caraqueños duermen y pasan la borrachera, aquella gente trabaja, trabaja, trabaja!!! En medio de esto, irrumpen y sorprenden, cual si fuese un alud de tierra sobre los tantos barrios caraqueños, cuatro hombres despiadados y sin reconocimiento de sus madres naturales, amedrentando a un grupo de trabajadores con metralletas del Oeste -seguramente Sir Sergio Holmes pensaba en la Ametralladora Maxim que usaron en las tantas guerras para conquistar el continente africano a finales del siglo XIX- y, de un plomazo, cual si fueran Condoritos en series, dejaron boquiabiertos a los trabajadores de tan respetada industria; huelga decir, que tanto despotrica nuestro amigo Monsalve.

Yo no quiero partir de que Monsalve deba hacer las tontas y románticas crónicas que escribe un Eloy Yagüe o nuestro casi cincuentón burócrata e incomprendido -y ahora anarco-punketo- de José Roberto Duque; en que ambos contemplan el sueño eterno de igualdad que tiene solamente vigencia en las gentes de los barrios y en estas personas se consigue la bondad máxima de la estética de nuestro pequeño conuco de país. Pero en la cabeza de Sir Sergio, parece que viviera en una dimensión desconocida, parece pensar que las ametralladoras que llevaron los malandros son sacadas de la película Jumanji o de Luck, shot and two smoquing balls. No señor Sir, los malandros no cargaban metralletas de finales del siglo pasado, seguramente eran un M-16 y dos 38 rallados para borrarle los seriales de la policía. Pero no, Monsalve necesita darle el dramatismo que se necesita para generar la noticia. Y para condecorarlo como el nuevo guionista de la película del creador del Twitter, nos dice cómo la gente de cine hizo que llegara a los corazones de los recién desayunados caraqueños la noticia de la pobrecita RED-One. Lo interesante, también, es el elemento de sentimentalismo barato de toda una pila de pendejos que, a mis ojos, están bajo sospecha tras la perdida del himen de las cámaras de los hermanos Lumiere. Cada uno de ellos generan una sensación de desespero, ira y llanto, ante la impunidad de los malandros en Caracas. Claro, que no voy a negar que esto sea cierto, ni tampoco voy a hacer como Gabriela Ramírez que asegura que la delincuencia es un problema de la percepción de una clase, como siempre; ni tampoco la semejante tontería de pensar que los malandros son “de pinga” y que “la vaina en el barrio es fina, pero no vivo en un barrio ni por el carajo”, como lo hace el lato de Duque. Pero, coño, Monsalve se pasó. Tuve la sensación en un momento que era la primera vez que la gente del cine se sentía viviendo en Caracas -o Venezuela para integrar el caso. Parecía que estas personas nunca han abierto la última página de un periódico nacional para darse cuenta del país en que estamos -o seguro que sólo leen Vea-; parecía que detrás de todo lo que escribían se dejaba colar la hipocresía tras la desesperación, moqueras, lloriqueos, impotencia y plegarías a Diosito para que regrese sana y salva de tan vil secuestro nuestra muy amigable camarita RED-One; pero, sospechosamente nadie habla de si los equipos robados estaban asegurados. Lo que no deja de ser admirable del elenco de “Ayer domingo”, es la organización a través del facebookeo y el tuiteo, que más que pensarse que se trataba de la urgencia para que regresara la RED-One sana y salva detrás de la pantalla de sus Backberrys esperaban ser los nuevos adalides de la justicia de la era digital: Súper 2.0´s, ¡Defensores de la justicia! Señores, ustedes, por más lágrimas, maldiciones y arrebatos, de seguro serán víctimas de Monsalve. Todos. Me pregunto insistentemente: ¿si Sergio Monsalve despotrica sin criterio ni sentido a todo el cine venezolano, qué tanto le importa la cámara? Seguramente será quien encabece la lista de los más temidos criminales por el delito recurrente de usar la palabra para destruir y despotricar de lo que hacen los demás cuando él no hace nada. No es descabellado pensar que el secuestro de la cámara responda a las desdichadas intenciones de gente cómo él que necesita fabricar reportajillos de prensa impunemente promocionados como lúcidos documentales. Cuando hagas una película de verdad podrás entender qué es ser gente de cine y no un frustrado crítico desconocedor del fenómeno de la creación.